1.- No tener prisa para comenzar la oración. Antes necesito relajarme, serenarme, centrarme...
2.- Hacer un acto de fe viva de estar en la presencia de Aquel con quien voy a dialogar, -que es Dios, mi Señor, mi Padre, el que “me sondea y me conoce”...-. Confianza en que me espera, me mira, me ama...
3.- Invocar al Espíritu Santo y a María. Confianza en su presencia y acción “personal” junto a mí.
4.- Elegir aquel pensamiento que me afecta a mí personalmente, para que el diálogo sea fácil y provechoso.
5.- No tener prisa en cambiar de materia en la oración, mientras encuentre fruto y gusto en la misma.
6.- Hacer un breve examen sobre mi oración: Si ha sido y cómo un verdadero diálogo, y qué provecho estoy sacando.
7.- Terminar con un Padrenuestro, Avemaría y Gloria.