Conocí a D. Dámaso hace ya mucho tiempo. Allá por los años 76-78 vino de Capellán a nuestra Comunidad de Hijas de la Caridad que estábamos entonces en la Tienda Asilo de Murcia. Conocida también como La Cocina Económica. En ella se daba comida y cena a los transeúntes. En el mismo edificio teníamos el Colegio.
Residía en la Casa Sacerdotal, muy cerca de nuestra casa y
muchas veces pasaba a ver a sus hermanas que vivían justo enfrente de nosotras.
Era una
gracia especial poder asistir a la Eucaristía con D. Dámaso, tenía una unción especial que trasmitía y sus breves
palabras muy sencillas, pero llenas de
profundidad nos enriquecían espiritualmente.
Con D. Dámaso podíamos dialogar con facilidad, era
cercano y respetuoso, atento y disponible a cualquier
situación, siempre tenía la palabra acertada.
Después de mucho tiempo fui a verlo a la nueva residencia
para sacerdotes. Lo encontré muy anciano, pero
muy vivo con una alegría serena y disfrutando del ratito que
estuvimos conversando.
¿Qué podría destacar de D. Dámaso? Vi en el un sacerdote
integro, de gran riqueza espiritual, muy respetuoso y
educado en su trato, sencillo y humilde, no siempre corriente en una persona de
grande cultura como el tenía, sabía pisar tierra.
Y como resumen de todo diría, que D. Dámaso era un hombre
de Dios, D. Dámaso era un sacerdote santo.