“La semilla de la santidad en el testimonio de un sacerdote enamorado de Cristo”
En ocasiones, uno se encuentra con personas que están plenamente enamoradas de Cristo, su sencilla presencia, te hace pensar en nuestro Señor. No tuve la fortuna de conocer a D. Dámaso en vida, sin embargo, ha sido una persona que ha marcado y marca mi peregrinar a Cristo; haciendo de esta “presencia de Cristo” un sello en aquellos que lo conocieron y siguen con el mismo espíritu “ser otro Cristo”; así como en los escritos de D.Dámaso, cartas y catequesis que han podido llegar a mis manos.
Estoy en mi primer año como seminarista en el Seminario Diocesano de San Fulgencio de Murcia y no dudo, ni por un momento, al afirmar que el testimonio de D.Dámaso ha sido vital para dar el paso y decirle “sí” a nuestro Señor. Cuando uno busca la verdad, el sentido de la vida y el Señor le sorprende con una llamada a algo tan grande, que nos sobrepasa,… es crucial entregarse por completo a Cristo, confiar en Él, adentrarse en Su vida. Esto es lo que D. Dámaso propone en sus escritos, que el sacerdote se entregue por completo a Cristo, que vivamos a imagen de Cristo, ¿qué sentido tendría nuestra vida sino es así?
En ocasiones, uno se encuentra con personas que están plenamente enamoradas de Cristo, su sencilla presencia, te hace pensar en nuestro Señor. No tuve la fortuna de conocer a D. Dámaso en vida, sin embargo, ha sido una persona que ha marcado y marca mi peregrinar a Cristo; haciendo de esta “presencia de Cristo” un sello en aquellos que lo conocieron y siguen con el mismo espíritu “ser otro Cristo”; así como en los escritos de D.Dámaso, cartas y catequesis que han podido llegar a mis manos.
Estoy en mi primer año como seminarista en el Seminario Diocesano de San Fulgencio de Murcia y no dudo, ni por un momento, al afirmar que el testimonio de D.Dámaso ha sido vital para dar el paso y decirle “sí” a nuestro Señor. Cuando uno busca la verdad, el sentido de la vida y el Señor le sorprende con una llamada a algo tan grande, que nos sobrepasa,… es crucial entregarse por completo a Cristo, confiar en Él, adentrarse en Su vida. Esto es lo que D. Dámaso propone en sus escritos, que el sacerdote se entregue por completo a Cristo, que vivamos a imagen de Cristo, ¿qué sentido tendría nuestra vida sino es así?
Hay una frase que aparece en el libro “Un fuego ardiendo en Dios” que llevo siempre conmigo, y dice así: “Saca el registro de la fe”.¡Cuánto bien me hace, cuando hay algo que no comprendo, que no entra en mis planes, que es contradictorio,… meditar estas palabras y confiar siempre en la providencia divina”. Al fin y al cabo, todo forma parte de los planes de Dios. D. Dámaso, con respecto a la entrega total de uno mismo, en este sagrado ministerio, y de la vida cristiana en general, se declara en contra de la mediocridad,… Muchos días, al acostarme, pienso en cómo ha ido el día, en la medida de mi entrega, y siempre me doy cuenta de la mediocridad con la que me entrego a Dios. D.Dámaso no guardaba tiempo para sí mismo, era todo “ofrenda permanente”, todo de Dios y para Dios.“Si el grano de trigo no muere en la tierra, no da fruto”.
En una ocasión tuve la oportunidad de conocer a un señor que, siendo él joven, conoció a D. Dámaso. Debo reconocer que me cautivaba cómo este hombre hablaba de D.Dámaso, como aquél que marcó su estilo de vida. Ví, en este señor, el testimonio de alguien que ha vivido junto a un santo y no encuentra palabras suficientes de agradecimiento por todo lo recibido. Su mirada gritaba “gracias” mientras intentaba describir el bien que había hecho este sacerdote en su vida. Qué grande es poder ver la obra de Dios en un alma y más aún cuando se sirve de santos sacerdotes, como D.Dámaso, para enamorarlas. ¡Esta es la necesidad de la Iglesia!. D.Dámaso lo sabía bien y nos ha dejado un rastro inconfundible, al estilo del Maestro Ávila, de la vida de entrega amorosa que el ministerio del sacerdocio exige. ¿Acaso el que ama no se entrega hasta el extremo? Si Cristo se entregó sin medida, ¿no merece Él, que al menos, lo intentemos nosotros con todas nuestras fuerzas?. Parafraseando a San Juan de Ávila: “Tú pon todo de tu parte, que el resto lo pondrá Dios”. Es imposible amar a Dios como Él nos ama a nosotros, pero en amarle con todo lo nuestro, está el sentido de nuestra vida.
Morir a uno mismo, para dejar que Cristo viva en nosotros, que sólo Él llene nuestro corazón. Cuando D. Dámaso estuvo de director espiritual en el seminario de Murcia, murió así mismo, para ser otro Cristo en medio de aquellos jóvenes que se preparaban para nacer de nuevo en el sacerdocio. Así, para D. Dámaso, la atención a los seminaristas y sacerdotes era una prioridad en su apostolado y en su vida. Él sabía bien que ayudar a un seminarista o a un sacerdote era ayudar a todo un pueblo, a miles de almas que esperaban encontrarse con Cristo.
Sólo le pido a Dios que la luz de sacerdotes como D. Dámaso me sigan alumbrando en mi vida y que el Señor lleve la obra que ha comenzado en mí a una vida de fidelidad, entrega y profundo amor; dónde, cómo y cuándo Él quiera. No puedo dejar de pensar en la Santísima Virgen María. Ella fue la que acompañó a D. Dámaso en cada momento de su vida y así pedía a sus seminaristas que fuesen: devotísimos hijos de la Santísima Virgen María.
En una ocasión tuve la oportunidad de conocer a un señor que, siendo él joven, conoció a D. Dámaso. Debo reconocer que me cautivaba cómo este hombre hablaba de D.Dámaso, como aquél que marcó su estilo de vida. Ví, en este señor, el testimonio de alguien que ha vivido junto a un santo y no encuentra palabras suficientes de agradecimiento por todo lo recibido. Su mirada gritaba “gracias” mientras intentaba describir el bien que había hecho este sacerdote en su vida. Qué grande es poder ver la obra de Dios en un alma y más aún cuando se sirve de santos sacerdotes, como D.Dámaso, para enamorarlas. ¡Esta es la necesidad de la Iglesia!. D.Dámaso lo sabía bien y nos ha dejado un rastro inconfundible, al estilo del Maestro Ávila, de la vida de entrega amorosa que el ministerio del sacerdocio exige. ¿Acaso el que ama no se entrega hasta el extremo? Si Cristo se entregó sin medida, ¿no merece Él, que al menos, lo intentemos nosotros con todas nuestras fuerzas?. Parafraseando a San Juan de Ávila: “Tú pon todo de tu parte, que el resto lo pondrá Dios”. Es imposible amar a Dios como Él nos ama a nosotros, pero en amarle con todo lo nuestro, está el sentido de nuestra vida.
Morir a uno mismo, para dejar que Cristo viva en nosotros, que sólo Él llene nuestro corazón. Cuando D. Dámaso estuvo de director espiritual en el seminario de Murcia, murió así mismo, para ser otro Cristo en medio de aquellos jóvenes que se preparaban para nacer de nuevo en el sacerdocio. Así, para D. Dámaso, la atención a los seminaristas y sacerdotes era una prioridad en su apostolado y en su vida. Él sabía bien que ayudar a un seminarista o a un sacerdote era ayudar a todo un pueblo, a miles de almas que esperaban encontrarse con Cristo.
Sólo le pido a Dios que la luz de sacerdotes como D. Dámaso me sigan alumbrando en mi vida y que el Señor lleve la obra que ha comenzado en mí a una vida de fidelidad, entrega y profundo amor; dónde, cómo y cuándo Él quiera. No puedo dejar de pensar en la Santísima Virgen María. Ella fue la que acompañó a D. Dámaso en cada momento de su vida y así pedía a sus seminaristas que fuesen: devotísimos hijos de la Santísima Virgen María.
Francisco José Martínez García
Seminarista
16 de enero de 2014
Seminarista
16 de enero de 2014