D. Julián López Albadalejo

“La huella de un hombre de Dios en un niño”

 Cuando D. Dámaso llegó a San Pedro del Pinatar yo tenía 7 años, acababa de hacer la Primera Comunión, era el año 1951. Pero su presencia sacerdotal ha sido una huella imborrable en mi vida.

 Lo caracterizaba una gran dulzura de carácter, nunca lo vi enfadado, su dulzura era natural nunca fingida. Lo definiría como un hombre con gran mansedumbre.

No estaba ajeno a los problemas de las personas del pueblo. Era fácil verlo en la calle, visitando enfermos y si sabía de personas con problemas procuraba visitarlas. No era su vida únicamente su Iglesia y su despacho, lo veíamos “patear” su parroquia. Era profundamente humano.

Recuerdo que contaban una anécdota las señoras encargadas del ropero parroquial. En cierta ocasión le compraron unos pantalones nuevos porque tenía muy poca ropa, y la que tenía muy manida, pero al ver llegar a su puerta un pobre mal vestido los pantalones nuevos fueron para él. Era un sacerdote generoso, que sin hacer ruido lo daba todo a los más pobres.

Dámaso al llegar a San Pedro del Pinatar, impulsó mucho todas las ramas de Acción Católica: Infantil, juvenil y de adultos. El despacho parroquial estaba siempre abierto, allí teníamos las reuniones de Acción Católica. El párroco siempre procuraba estar presente y conocer personalmente a sus ovejas y aunque éramos niños, aquellos encuentros que desprendían sabor a Evangelio, sin darnos cuenta iban formando en nosotros un corazón creyente. Estábamos a gusto con él.

Es de justicia resaltar que de su labor apostólica brotaron numerosas vocaciones sacerdotales.

Era un hombre íntegro, vivía lo que predicaba, parafraseando el evangelio que dice: “Por sus frutos los conoceréis”, yo diría de D. Dámaso: “Por sus hechos lo conoceréis”. Sus obras y su entrega día a día ponían de manifiesto su gran fe y su amor a la Santa Madre Iglesia.

Proponía pero no exigía, nos señalaba la meta alta a la que Dios nos llama por el bautismo: la santidad. Pero era profundamente respetuoso con cada persona. Su vida de entrega y su deseo de imitar a Jesucristo, buen pastor, despertaba la conciencia cristiana tantas veces dormida o descuidada.
En su vocación sacerdotal la obediencia al Obispo estaba por encima de todo, para él era como una brújula que le indicaba el camino certero de la voluntad de Dios. Cuando se enteraron en el pueblo de su traslado a la Parroquia de La Purísima de Yecla, fue una comisión  de personas a hablar con él, porque era muy querido , para ver si deseaba quedarse y entonces ellos intentar evitar dicho traslado; se trataba de un grupo de personas influyentes.  Pero D. Dámaso les recordó que la obediencia  es una promesa inherente a la ordenación sacerdotal y para él era de fe, aunque no dejara de costarle tener que salir, seguir puntualmente la voluntad de Dios. “La voluntad del obispo está por encima de mis deseos personales”.

Era frecuente que mis paisanos mayores lo recordaran diciendo: “Por San Pedro ha pasado un Ángel”. Su presencia sacerdotal marcó un antes y un después en la parroquia.

Yo lo quería a pesar de los muchos años que no lo veía. Que desde el cielo interceda por mí, por mi familia y por mi pueblo. Lamentando mucho no haber ido a verlo en sus últimos años de existencia.
Le doy las gracias a los sacerdotes que me han brindado la oportunidad de recordar a este gran hombre de Dios.