Allá por los años 40/50 éramos un grupo de jóvenes amigos que no queríamos vivir viendo apagarse todas las ilusiones, marchitando la hermosa juventud que se nos ofrecía; buscábamos en la verdad, aunque hasta entonces sólo hubiéramos vivido en la mentira. Pero apareció en nuestros destinos un hombre que nos hizo ver claro, que no hay que beber en todas las fuentes que encontramos y que la felicidad está en tener siempre sed. Gracias, gracias D. Dámaso por su cariño sin fin.
La mayor parte de aquellos muchachos ya no
están entre nosotros; sus almas fuera ya del umbral de la tierra, habrán ido al
encuentro de la Vida
verdadera. Y aquí estamos los restantes achacosos, pero con buen espíritu, con
el buen espíritu del cristiano, ofreciendo una amistad que crece y crece, como
lazarillos que te levantan para ir a correr.
Para aquellos nuestra oración más fervorosa.
Para nosotros, para nuestro querido D. Dámaso y para todo el mundo, pedir a
Dios que nos cubra con la capa de su divina misericordia.
Un alma agradecida.
Murcia 2012