Se supone ciencia y experiencia del tema
de la oración… Son incontables los tratados que sobre este tema vital se
han escrito con acierto y con abundante fruto. Un resumen completo
podemos encontrar en el Catecismo; Síntesis de Espiritualidad, de
Iraburu; Teología Espiritual, de Saturnino Gamarra,… entre otros.
Una pregunta: ¿Verdad que todos tenemos tiempo para hacer, todos los días, aquellas tareas que de verdad nos interesan?
Una advertencia fraterna para los que se preparan para recibir Órdenes Sagradas:
Es un riesgo grande, -la experiencia lo confirma- recibirlas sin una
experiencia y una práctica habitual de oración… (San Juan de Ávila pide a
los que tienen que ejercer el Sagrado Ministerio, “ir templados” por la
oración larga y constante… y tener experiencia de que Dios te oye
(oración de intercesión).
Una afirmación: La
oración no debe considerarse como un acto de mi vida espiritual, que
debo practicar a diario… y ya he cumplido. La oración es vida… que
debe influir fructuosamente en todas las ocupaciones diarias.
Y fundamentar bien la oración
como una exigencia irrenunciable de mi Bautismo, de mi condición de
hijo de Dios… que es una dignidad que alcanza a la misma Divinidad y una
realidad que reclama coloquio filial y constante con mi buen Padre
Dios…
Conviene tengan en cuenta “los que se deciden” a tomar en serio su vida de oración, las siguientes normas:
A) Voluntad férrea de no dejarla, a no ser por una razón fuerte…
Santa Teresa de Jesús, hablando de la importancia y necesidad de la
oración, escribe: que la oración no es para gente “regalada y sin
trabajos”, sino para almas esforzadas y decididas, cueste lo que cueste…
B) No tener prisa en comenzar la oración: … Y que está allí… dentro de mí… fuera de mí (soy una esponja empapada de la presencia del Señor)
C) Examinar cuando convenga los “entresijos del corazón”…
preguntándome: ¿Adónde mira mi corazón? ¿A quién mira mi corazón? ¿Qué
le preocupa más a mi corazón? ¿Qué broza cae con frecuencia más en mi
corazón?… ¿La vanidad?, ¿la soberbia?, ¿la concupiscencia?… Mi corazón
¿mira al Norte que es Dios, o está encorvado sobre sí mismo, o hacia las
criaturas, al margen de la Voluntad de Dios?… “Donde está tu tesoro,
allí está tu corazón” (Mt 6,21). “Sea el Señor tu delicia y él te dará
lo que pide tu corazón”. (Salmo 37,3).
D) Cortar tajantemente con las ataduras que imposibilitan o debilitan mi vida de oración:
horas de televisión, tertulias inútiles, pasatiempos, diversiones “muy
divertidas”, horas largas en la cama… (el fresco de la noche es enemigo
del fresco de la mañana), etc., etc.
FRUTOS:
1º. Te hace crecer en el amor. “A la oración vamos, no a pensar mucho, sino a amar mucho”. (Santa Teresa de Jesús).
2º. Te prepara para la oración
litúrgica y muy especialmente para participar fructuosamente en la
celebración de la Eucaristía, procurando, como indica el Concilio, que
la voz concuerde con la mente.
3º. Hace desear y abrazar la Cruz de cada día, como prolongación de la cruz de Jesús.
4º. Te hace cristiano de profunda vida interior. Leemos en el Kempis:
“La característica del hombre de
vida interior es caminar con Dios dentro de sí y estar despegado de
todo afecto mundano”. (Capítulo 6, nº.16)
5º. Te hace santo. (Entre los
innumerables ejemplos que podíamos citar, solamente voy a señalar dos,
la Madre Teresa de Calcuta, y el ejemplo del Cura de Abarán Don Juan
Sáez, del que nos decía el alcalde que su televisor era el Sagrario,
donde pasaba largas horas de oración).
A los frutos ya indicados, se pueden añadir los siguientes:
6º. La oración hace al cristiano lúcido, transparente, sembrador de paz y de alegría, valiente, juvenil…
7º. Apóstol fecundo, audaz, inasequible al desaliento…
8º. Te ayuda a descubrir y a vivir en fidelidad tu vocación especial dentro de la Iglesia…. etc. etc.
*San Agustín escribe: “Nuestro
Dios y Señor no pretende en la oración que sólo le descubramos nuestros
deseos, pues Él, ciertamente no puede desconocerlos, sino que pretende
que, por la oración, se acreciente nuestra capacidad de desear, para
que así nos hagamos capaces de recibir los Dones que nos prepara. Así
pues, constantemente oramos por la Fe, la Esperanza y la Caridad, con un
deseo ininterrumpido… Pero además en determinados días y horas oramos
también a Dios con palabras… para que vayamos tomando conciencia de cómo
progresamos en nuestro deseo de santidad, y de este modo nos animemos a
progresar en él. Porque sin duda el efecto será tanto mayor, cuanto más
intenso haya sido el afecto que le hubiere precedido”. (De la 2ª
lectura del oficio del Domingo XIX del tiempo ordinario)
*Un experimentado y santo
sacerdote, aconsejaba a otro, muy atareado en pastoral parroquial, para
que primara sobre todo la oración: “Déjelo todo por la oración, … que no dejará nada… y dará vida a todo”
*Santa Teresa de Lisieux dice: “Pero
lo que me sustenta durante la oración por encima de todo, es el
Evangelio: en él encuentro todo lo que necesita mi pobre alma, en él
descubro de continuo nuevas luces y sentidos ocultos y misteriosos…”. Y
la oración la define así: “Es para mí un impulso del corazón, una
simple mirada dirigida al cielo, un grito de agradecimiento y de amor,
tanto en medio de la tribulación como en medio de la alegría… Algo
grande y sobrenatural que me dilata el alma y me une con Jesús”. (C.25rº)
*San Ignacio de Loyola, aconseja en sus Ejercicios que el ejercitante no cambie de materia “mientras encuentre gusto y fruto”
*Una canción popular dice así: “El alma sin oración es como fuente sin agua, como sin fuego una fragua, como nave sin timón”.
Una última pregunta: En tu plan de vida espiritual, ¿es la oración tu “asignatura pendiente?”
Y una respuesta: Nada vale como la oración: hace posible lo imposible, fácil lo difícil. “Es imposible que el hombre que ora, pueda pecar”. (S. Juan Crisóstomo).